El aumento de espacios verdes en las ciudades y la mejora de los elementos en los parques ayudan a moderar el efecto 'isla de calor' urbana y, por tanto, a elevar el confort térmico de los usuarios.

En los parques se reduce la sensación térmica de calor, pero no se puede precisar con exactitud el alcance de esta amortiguación. Una investigadora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha realizado, mediante una simulación, seis acabados superficiales en un parque y ha conseguido establecer las diferencias entre la temperatura fisiológica equivalente de cada situación.

Las conclusiones indican que aumentar el porcentaje de los espacios verdes en las ciudades y mejorar la disposición de los parámetros del paisaje pueden ayudar a moderar el efecto 'isla de calor' urbana y, por tanto, mejorar el confort térmico de los usuarios.

En el estudio llevado a cabo por Esther Higueras, miembro del Grupo de investigación Arquitectura Bioclimática en un entorno sostenible-ABIO, se analizó el potencial de modificación del confort térmico de un parque longitudinal siguiendo una estructura de cinturón (alrededor de 9 km) en Pekín o Beijing, así como los efectos de sus acabados superficiales mediante la simulación numérica con el software ENVI-met, un programa para simulación de interacciones de superficie-planta-aire.

La elección de Beijing se debe a que al poseer un clima continental húmedo afectado por monzones, el verano en esta ciudad se caracteriza por una extrema humedad y calor tórrido, por lo que se convierte en un sitio objetivo de muchos estudios relevantes sobre el microclima urbano y el confort térmico.

En la investigación realizada, los escenarios holísticos (vistos en conjunto) de distribución espacial y temporal del confort térmico del parque se obtuvieron en términos de 'temperatura fisiológica equivalente'. Se compararon zonas con hierba, arboladas con árboles de 10 m y 20 m de porte, zonas con agua, zonas con pavimento impermeable y edificaciones (las 6 simulaciones).

Mejor árboles altos y no suelo pavimentado

Las zonas con espacios verdes mostraron un mejor nivel de confort térmico que el resto, pero aparecen diferencias en algunos sitios descubiertos debido a la radiación solar y al efecto de reflexión de otros materiales superficiales. A las 14:00h, la sensación térmica personal promedio en las zonas verdes arroja una diferencia de unos 2°C. Los análisis de regresión muestran que el factor influyente más significativo en la moderación del confort térmico son los árboles más altos, mientras que el suelo pavimentado arroja un efecto negativo.

El modelo de simulación se ha realizado considerando la proporción de cada parámetro de diseño del paisaje en el parque objeto de estudio. Sin embargo, modificando esos porcentajes para ajustarlos a cada situación concreta, el modelo puede ser válido para mejorar las condiciones de confort térmico en otros parques.

Como señala Esther Higueras “el resultado del trabajo proporciona un conocimiento detallado de los beneficios reales de las zonas verdes sobre el confort térmico de las personas”.

Además, continúa la investigadora, “las conclusiones obtenidas permiten realizar sugerencias para los planificadores y diseñadores de parques urbanos como, por ejemplo, aumentar la cobertura de árboles más altos, implementar enfoques efectivos en los sitios descubiertos, reducir el porcentaje de terreno pavimentado y disponer los parámetros del paisaje teniendo en cuenta aspectos estéticos que pueden influir en la percepción subjetiva de la sensación térmica”. Fuente : El Espectador.

 

En un documento, expertos de 184 países advierten sobre la necesidad de tomar medidas urgentes. Dicen que la Tierra se aproxima a un punto en el que será muy difícil dar marcha atrás.

Las altas tasas de deforestación, la pérdida de agua dulce, la creciente contaminación de los océanos, la extinción de más especies y el sobrepoblamiento de la Tierra son algunos de los temas que más inquietan a la comunidad científica. Su preocupación la acaban de resumir en un manifiesto publicado en la revista BioScience, en el que hacen una advertencia sobe lo catastrófico que puede llegar a ser el futuro si no se toman medidas drásticas. El documento lo firman 15 mil científicos de 184 países.

Según el documento, liderado por William Ripple, de la U. del Estado de Oregón (EE.UU.), el daño que está sufriendo el planeta es “sustancial e irreversible”. “Los firmantes de esta segunda advertencia no sólo no están lanzando una falsa alarma, sino que están reconociendo que existen señales obvias de que estamos yendo por un camino insostenible”, le dijo Ripple a la agencia Sinc.

No es la primera vez que una gran comunidad de expertos se unen para prender las alarmas y hacer un urgente llamado de atención. En 1992, 1.700 científicos también se habían unido para lanzar una alerta sobre los efectos que estaba causando el hombre en el ambiente. De sus presiones surgieron iniciativas para proteger especies y promover las energías renovables.

En esta ocasión, los 15 mil científicos esperan que su mensaje llegue a los encargados de tomar decisiones. Muchos de ellos están ahora reunidos en Bonn, Alemania, en la Cumbre del Clima. La advertencia para ellos es concreta: “Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida”.

El sustento detrás de sus argumentos son cifras inquietantes: mientras la población humana ha aumentado 35 %, el número de reptiles, anfibios, aves, mamíferos y peces ha caído en 29 %. Además, ha habido una reducción de 26 % en la cantidad de agua dulce disponible por habitante y la pérdida de bosque asciende a más de 121 millones de hectáreas. Sólo en Colombia fueron taladas, en 2016, 178.597 hectáreas, 44 % más que en 2015. Fuente : El Espectador

Al comparar los mapas de 2015 con 2017, el Ideam reportó la transformación de 1.462,839 hectáreas, 1,86% del área del país en los diferentes ecosistemas reconocidos, siendo en jurisdicción de dos Corporaciones antioqueñas donde mayor área se transformó

La cifra fue divulgada al entregar el Mapa de Ecosistemas Continentales, Costeros y Marinos de Colombia, en el que se identificaron 91 ecosistemas generales naturales y transformados, de los, cuales 70 son naturales, entre continentales y marinos y 21 transformados.

El Ideam reveló que las zonas insulares fueron las que presentaron mayor transformación de sus ecosistemas naturales, con pérdida de 15,92 % con respecto al Mapa de 2015; le siguieron las zonas costeras con una pérdida del 2.86 % de sus ecosistemas naturales.

Así, los ecosistemas naturales que presentaron mayor transformación de área fueron:

Bosques basales húmedos (456.381.74 ha)

Sabanas estacionales (211.871.37 ha)

Sabanas inundables (138.490.02 ha)

Zonas pantanosas basales (198.373.71 ha)

Bosques inundables basales (136.514.37 ha)

Subxerofíticos basales (medio seco) (110.151.39 ha)

Además, la región natural Caribe con 8.3 %, fue la que tuvo el mayor porcentaje de

transformación de ecosistemas naturales, seguida de la Andina con 2.67 % de perdida de área.

El Mapa mostró que los departamentos con mayor transformación de área de ecosistemas naturales, fueron Caldas (14,54%) y Cundinamarca (12,23%), y donde se evidenció recuperación de áreas en los ecosistemas fueron Huila (7,71%) y Risaralda (4,87%).

Por Corporaciones ambientales, las de Antioquia, Cornare con -19.78%, en primer lugar, y Corantioquia con -15,7% en tercer puesto, sufrieron la mayor transformación de sus ecosistemas. El segundo lugar fue para la CAR, con -18,53%

Hubo recuperación de áreas en las corporaciones Corpomojana (7,76%), CAM (7,71%) y Carder (4,87%). Fuente : El Colombiano

Más de 150 millones de personas en América Latina viven en áreas que exceden los límites permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2016.

 La mala calidad del aire de las metrópolis de América Latina, acentuada por la expansión de estas ciudades, puede provocar efectos nefastos para la salud, como infartos cerebrales y bronquitis, por lo que es necesario atender aquellas planificaciones urbanas que favorecen las emisiones contaminantes.

El director ejecutivo del Clean Air Institute, Sergio Sánchez, explicó a Efe que aunque "hay logros en algunas ciudades", más de 150 millones de personas en América Latina viven en áreas que exceden los límites permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2016.
La contaminación del aire es causante del 36 % de las muertes de cáncer pulmonar, un 34 % de los fallecimientos por infartos y un 27 % de las enfermedades cardiacas, de acuerdo con datos de la OMS.

Las consecuencias asociadas con la polución pueden ir desde infartos cerebrales, paros cardiacos y asma hasta el envejecimiento prematuro de los pulmones en niños, bronquitis o inclusive padecimientos neurológicos.

"La población que habita a lo largo de corredores altamente transitados por vehículos muestra una correlación con el incremento de padecimientos como párkinson y alzheimer", afirma Sánchez.

Las ciudades continúan creciendo a velocidades desmesuradas y el parque vehicular aumenta debido a las largas distancias que se deben recorrer a causa de la actividad económica, también en aumento.

Esto, según explica el experto, "supone un mayor consumo de combustibles y una mayor generación de contaminantes", que no se ve detenida aunque los vehículos de ahora sean más limpios que los de hace veinte años.

Para analizar el origen de contaminación atmosférica, hay que pensar en la organización urbana. La expansión de las metrópolis de Latinoamérica, comenta Sánchez, es deudora de "patrones de desarrollo que se implantaron en ciudades de Estados Unidos", y que obligan a descentralizar la ciudad con diferentes áreas que comunican a los ciudadanos a pesar de las grandes distancias existentes entre unas y otras.

Por un lado, existen las zonas residenciales, por otro, las zonas productivas o comerciales, y así hasta completar kilométricas extensiones.
"Esa forma de planificar genera un incremento en la actividad del transporte, en la actividad que recorren los vehículos de uso privado y propicia la motorización", explicó Sánchez, y agregó que este aspecto obliga a que el ciudadano "tenga que dedicar un mayor tiempo al transporte hacia sus lugares de trabajo o actividades".

La expansión de la ciudad se puede analizar desde varios prismas, incluido el de la desigualdad social, puesto que existen asentamientos irregulares en las afueras de las ciudades en las que viven las personas con salarios más bajos que tienen que recorrer distancias kilométricas en el día a día para llegar a sus espacios laborales.

Este crecimiento requiere que los enfoques de planificación se modernicen, unidos a "acciones de fondo, de tipo estructural que vayan a la raíz de los problemas". Entre las posibles soluciones, Sánchez destacó un conjunto de acciones que permitan desincentivar el uso de vehículos motorizados, para que o no se realice el viaje, o se usen otros modos de transporte más limpios.

El teletrabajo es una de las opciones estrella entre este tipo de medidas, para que las habituales reuniones presenciales que se dan en muchas oficinas puedan llegar a ser sesiones de trabajo virtual.

En paralelo, debe incorporarse una expansión adecuada del transporte público, "ya que la proporción de viajes que satisfacen es marginal comparado con el total de viajes que se hacen en la ciudad", e incentivar el no motorizado, como la bicicleta, con el desarrollo de una infraestructura adecuada.
Los impuestos por congestión vehicular, que ya se aplican en ciudades europeas como Londres y Estocolmo, pueden servir también como un referente, afirma el experto.

Otra de las particularidades de América Latina es que, de acuerdo con Sánchez, no todas las ciudades miden la contaminación del aire, por "limitaciones regulatorias, falta de recursos o incluso por desentendimiento de las políticas públicas".

De las ciudades que sí realizan esta medición, "no todas llevan un control adecuado", comentó, mencionando inspecciones llevadas a cabo por Clean Air Institute en la que revisaron datos pero no tenían la suficiente credibilidad.

Las ciudades latinoamericanas con mayor concentración de partículas contaminantes (PM10 por sus siglas en inglés) son Lima, Bogotá y la zona metropolitana de Monterrey (México), según datos del Clean Air Institute.

(Fuente: El Espectador)

Algo sucedió: durante el último fenómeno de El Niño la temperatura del planeta subió, por primera vez, 1° C sobre la era preindustrial, pero además los niveles de dióxido de carbono crecieron de manera sorprendente.

La respuesta parecen haberla encontrado científicos que examinaron datos de satélite para ver lo sucedido. Y aunque suena extraño, fueron los bosques los responsables de esas emisiones extras. No actuaron como sumidores sino como emisores de carbono.

Esas regiones boscosas del planeta se comportaron de distinta manera.

“En el Amazonas, El Niño afectó la fotosíntesis”, explica Scott Denning, científico climático de Colorado State University. Durante la sequía provocada por el fenómeno la selva húmeda dejó de inhalar el CO2, por lo que más cantidad fue a la atmósfera.

En las selvas tropicales de África, los récords de calor y lluvia combinados aumentaron la tasa de descomposición de los residuos de las plantas. “El material se pudrió más rápido”, aumentando las emisiones.

Y en Indonesia, las condiciones calientes y secas activaron incendios que afectaron suelos ricos en carbono, liberando más CO2 y metano.

Si esas regiones selváticas responderán de igual modo al calentamiento global, podría esperarse un incremento de emisiones de CO2 en vez de su captura.

Hoy los ecosistemas terrestres, en particular las selvas, mitigan parte de las emisiones de combustibles fósiles, capturando del aire cerca del 25% de tales emisiones. Si el proceso se detiene, aumentará el CO2 en la atmósfera, habrá más calentamiento y el ciclo se volverá circular.

Durante El Niño de 2015 hubo emisiones extras de 3 gigatoneladas de carbono, más o menos un tercio de las emisiones por uso de combustibles fósiles. O sea, es un asunto mayor.

Los datos satelitales fueron revelados por la Nasa. Y hasta entonces ese calentamiento récord se atribuía al efecto de gases de invernadero atrapados en la atmósfera.

El calor extra fue atribuido en parte a El Niño y los datos de la Nasa lo confirman, explica Annmarie Eldering, científica del rastreo de CO2 de la Nasa en la misión OCO-2.

Una explicación sorprendente.

(Fuente: El Colombiano)

Desde marzo de este año se empezó a diseñar un programa de desarrollo verde para construir conocimiento con respecto a la biodiversidad del departamento de Boyacá y mitigar el impacto ambiental de proyectos extrctivos en uno de los departamentos más amenazados por la extracción, y a la vez con mayor cantidad de páramo y alta montaña, lo que lo hace rico en agua, surcado por numerosos ríos, lagos y lagunas.

Desde el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTEI) del Sistema General de Regalías, se financiará con 15.000 millones tres de los ocho proyectos de Boyacá Bio:

La primera acción de Boyacá Bio es una expedición por 28 municipios para identificar a la biodiversidad del departamento. Estas expediciones ya se han hecho en cuatro ocasiones en el país. La última pasó por el municipio de Belén de los Andaquíes, en Caquetá, y publicó sus resultados hace poco. La Expedición BIO o recorridos científicos, estará a cargo del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt, en alianza con la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC, y estudiará la biodiversidad de varios ecosistemas.

La segunda acción es una convocatoria para que empresas participen en desarrollo sostenible.

La última es una convocatoria para grupos de investigación 5.000 millones de pesos para investigar sobre procesos y soluciones al cambio climático, manejo de recursos hídricos, conservación de biodiversida y negocios verdes,

Esta última pretende responder los vacíos de información que resultan de un país tan biodiverso como Colombia, con dificultades de acceso geográfico, económico y social a la investigación, bajo 3 ejes de desarrollo: variabilidad climática, conservación de ecosistemas estratégicos e información de los sistemas ecosistémicos de Boyacá, que son el páramo, bosque seco tropical, humedales, bosque andino y bosque húmedo tropical.

El conflicto armado que no permitía que los científicos llegaran a territorio a responder preguntas como ¿cuál es el estado actual del conocimiento de la biodiversidad en Boyacá?, ¿son conocidas todas las especies boyacenses y su rango de distribución?, ¿se entiende cómo estas operan en los ecosistemas, su función y su relación con los servicios eco sistémicos?.

De acuerdo con la revista Semana, si se tiene en cuenta que la Sentencia C-035 de 2016 de la Corte Constitucional prohibió las actividades mineras y agropecuarias en zonas de páramo, pero no tuvo en cuenta a los campesinos que obtenían su sustento de los cultivos o del ganado que se encuentran en ellas, la Convocatoria Innovación genera alternativas de crecimiento verde. Boyacá BIO busca brindar soluciones para hacer restauración y planear qué actividades económicas serían viables en las zonas de páramo.

Las convocatorias para estos tres programas estarán abiertas a partir de noviembre.

(Fuente: El Espectador)